Iliana Partida habla con una voz que parece llevar en su cadencia el ritmo lento y sabio de los campos de agave. Su carácter es suave, templado, alegre. No hay prisa en sus palabras, pero sí una certeza que solo da el haber crecido entre los hornos y las destiladoras, entre el aroma dulce y penetrante del tequila que se cuece en las entrañas de Jalisco. Es una mujer que lleva en la sangre el legado de una industria que ha moldeado no solo su vida, sino también su forma de ver el mundo. Y aunque su voz es calmada, sus ideas son audaces, como el tequila que produce: fuerte, claro, con personalidad.
“He sido parte de la industria tequilera desde muy corta edad”, dice Iliana, y en esa frase hay una vida entera contada. A los diez años, mientras otros niños jugaban en las calles, ella ya ayudaba a su mamá en el envasado y a su papá como secretaria. “Conforme me fui preparando, apoyé a integrar indicadores y muchas preguntas al proceso, buscando la manera de aportar al crecimiento de lo que ellos habían logrado”. No fue solo una herencia lo que recibió, sino una responsabilidad. Y con esa responsabilidad vino la curiosidad, la necesidad de entender, de mejorar, de innovar.
Al graduarse de mercadotecnia, comenzó a representar las marcas de Hacienda de Oro en exposiciones nacionales e internacionales. Era más que cara bonita en un stand. Era una mujer con ideas, con una visión clara de lo que quería. “Cuando noté que no teníamos diferenciadores, me integré de lleno al proceso para aportar ideas a la producción”. Y así, poco a poco, fue tejiendo su propio camino en una industria que, como el agave, requiere paciencia y cuidado para florecer.
El orgullo de México y la ruptura de esquemas
Si hay algo que ilumina el rostro de Iliana, es hablar de lo que más disfruta de este camino. “Ver a México y a mi comunidad muy bien representada en el extranjero”, dice con una emoción que parece contagiarse. “Desde una feria hasta un anaquel en donde no importa la marca que sea, mientras vea que es un tequila auténtico 100% agave, y probablemente de alguien que conozco, me llena de emoción y me da fuerzas para seguir adelante”.
Pero también la motiva la transformación social que ha visto en su industria. “He disfrutado ver los cambios en las dinámicas familiares, que se haya roto el esquema donde solo los varones heredaban tierras y poder, y que ahora las hijas también somos tomadas en cuenta para todo”. Ella es parte de esa generación de mujeres que ha abierto camino en un mundo tradicionalmente dominado por hombres. Y lo ha hecho con la misma calma y determinación con la que habla.
Iliana no solo quiere hacer tequila. Quiere hacer historia. “Me motiva mucho creer que puedo hacer una diferencia en mi comunidad por medio del ejemplo”, dice. Su objetivo es claro: demostrar que se puede tener una empresa sustentable, con salarios justos y equidad de género, que sea reconocida por su calidad y la calidez de sus colaboradores. “Quiero dejarles a mis hijos una empresa mucho más responsable socialmente que la que estoy recibiendo”.
Y en esa frase hay un compromiso que va más allá de lo empresarial. Es un compromiso con el futuro, con la tierra, con la gente que trabaja a su lado. Iliana no solo quiere producir tequila. Quiere dejar un legado. “Que ellos a su vez hagan lo mismo, dejar un legado más responsable e innovador que el anterior”.
El vaivén del agave y la estrategia a largo plazo
La industria del tequila no es un campo de rosas. Es un mundo de altibajos, de precios que se desploman y se disparan, de mercados que exigen más por menos. Iliana lo sabe bien. “Demasiados desafíos”, dice con una sonrisa que no oculta la seriedad de sus palabras. “Desde que el precio del agave y, por ende, del tequila, se desploma y se vuelve más complicado mantener un negocio, hasta todo lo contrario, que el agave está excesivamente caro y por ende la mano de obra, las colaboraciones, todo sube con ello”.
Pero no es de las que se rinden. “Lo que he aprendido es a ver a largo plazo y hacer la estrategia no a meses ni años, sino a décadas”. Su enfoque es claro: construir alianzas, invertir en el futuro, aprovechar los movimientos del mercado para bien. No es una carrera de velocidad, sino una maratón. Y ella está dispuesta a correrla.
