Fotos por Alejandro Almaraz
Silvia García Rojas Gochicoa no dejó su empresa de producción televisiva en Monterrey por comodidad, lo hizo por hambre de propósito. En San Antonio, Texas, encontró la chispa para crear lo que hoy es Fundación Por Amor a México (PAME): una organización que transforma vidas entregando prótesis a niñas y niños con amputaciones, y fomentando la inclusión desde la educación y las artes.
“Sabía que quería comenzar algo nuevo, algo que reuniera todas mis pasiones: la producción, las artes y la filantropía”.
Formada en Ciencias de la Comunicación por el Tec de Monterrey, Silvia también ha encontrado en la danza una fuente de empoderamiento. Esa misma energía la canaliza ahora para liderar desde la empatía, con un equipo comprometido que comparte una visión: que todos los niños y niñas tengan las mismas oportunidades para desarrollarse plenamente.
Un corazón que late por México
Después de colaborar con el CRIT en Estados Unidos y organizar eventos con causa, Silvia decidió regresar a México. El reencuentro con su país fue profundo: “Aquí la acción social no está integrada en el día a día. Entendí que tenía que cambiar mi forma de transmitir el mensaje”.
Lejos de desmotivarse, Silvia convirtió ese choque en dirección. PAME nació para formar ciudadanos solidarios desde la infancia, entendiendo que los valores se siembran desde pequeños, y que la ayuda no debe ser extraordinaria, sino parte de la vida diaria.
Más que una prótesis, una posibilidad
PAME no solo entrega dispositivos médicos. Entrega autoestima, movilidad, seguridad y una nueva forma de ver el mundo. “Cuando le das la noticia a un beneficiario, el momento es indescriptible. Esa sonrisa lo vale todo”, comparte.
Cada prótesis cuesta en promedio 150 mil pesos, y la meta actual es entregar al menos una al mes. Pero la misión no termina ahí. Fundación PAME también impulsa programas educativos y artísticos para que las niñas y niños no solo reciban ayuda, sino que se conviertan en agentes de cambio.
Algunos beneficiarios hoy colaboran como talleristas, voceros o incluso aspiran a trabajar dentro de la fundación.
Tres ciudades, una sola vocación
Fundar una organización tres veces —en San Antonio, Peoria y ahora en México— no ha sido tarea fácil. Pero Silvia lo resume con convicción:
“Si conoces tu vocación, no importa cuántas veces tengas que empezar. Lo harás hasta lograr tu misión de vida”.
En cada nuevo inicio ha aprendido a adaptarse, a construir desde cero, a tocar puertas y abrir caminos. Esa tenacidad es hoy uno de los pilares que sostiene el crecimiento de PAME.
El cambio comienza en casa
La familia es su motor. “Mis hijos me han enseñado a alzar la voz y mi esposo, a tomar decisiones con serenidad. Son mis tres personas favoritas”, dice con ternura. Esa red íntima de apoyo ha sido clave para mantener el rumbo claro.
Silvia sueña con un México justo, empático y solidario, donde la inclusión no sea una excepción sino una regla. Y sabe que el cambio debe empezar desde la raíz: “Queremos que los niños entiendan que pueden ayudar desde donde están. Que si hoy reciben apoyo, mañana puedan darlo. Que todos podemos ser líderes con valores”.
Una cultura que transforma
Además de beneficiar a la niñez, Fundación PAME colabora con empresas para fortalecer su responsabilidad social desde adentro. “Hay compañías que ni siquiera saben que alguno de sus colaboradores o sus hijos necesitan una prótesis. Creamos campañas internas para visibilizar, sensibilizar y accionar”, explica.
Hoy, Fundación PAME no es solo una organización. Es una comunidad. Un movimiento que transforma pérdidas en nuevas posibilidades. Que recuerda que ayudar también se aprende.