Para Antonio Longoria Rodríguez, el tenis no es solo un deporte, sino una herramienta de vida. Y es que a lo largo de más de cinco décadas, esta pasión lo ha ayudado a navegar los altibajos del sector financiero, donde trabaja desde hace más de 30 años.
“En el crack bursátil del 87, el tenis fue mi terapia. Salía de la oficina directo a la cancha y así sobreviví emocionalmente”, recuerda el actual Director de Promoción de Value Casa de Bolsa, en la oficina de Monterrey.
Hoy, a sus 63 años, sigue compitiendo, ganando torneos de dobles y entrenando cada semana con jóvenes a los que les dobla o triplica la edad. Su receta: mantenerse activo, entrenar con disciplina y compartir su experiencia con las nuevas generaciones.
Grandes maestros
Antonio cuenta que descubrió el tenis alrededor de los ocho años, mientras vivía en la Ciudad de México. Aunque sus primeros pasos en el deporte fueron con una raqueta de squash, pronto encontró en el tenis su camino.
Junto con su hermano, comenzó a tomar clases en el Club Country en Churubusco, y más adelante, ya instalados en Monterrey, continuó su formación con Omero González en las canchas de Avispones.
En ese entorno conoció a figuras emblemáticas del tenis local, como Javier, “La Cotorra”, González y los hermanos Almaraz, quienes marcaron su rutina y su estilo de juego. Su desarrollo como jugador dio un giro definitivo en la adolescencia, cuando asistió al prestigioso John Newcombe Tennis Ranch en Texas.
“Eso me ayudó a subir de nivel”, recuerda.
Posterior a esa etapa, participó activamente en torneos estatales y universitarios, representando al Tecnológico de Monterrey, donde estudió Ingeniería Industrial y de Sistemas entre 1978 y 1982.
Tras años de torneos y competencias, ya en el Club Campestre, llegó un momento de pausa, hasta que en 2008 el Presidente de esta organización, Alberto Hauser, lo invitó a presidir el Comité de Tenis.
Aceptó con entusiasmo el reto. Y vaya que lo era: estaban en el último lugar de los 19 clubes de la localidad, en esta disciplina deportiva.
“Lo primero que hice fue traerme a James Fox, un británico con todas las credenciales para ser el nuevo head pro. Renovamos el equipo de entrenadores y comenzamos una revolución”, dice.
En cuatro años, el Club Campestre pasó de ser el último al primero en el ranking del Grand Slam local, una serie de torneos entre los principales clubes de San Pedro.
“Tuvimos etapas con 130, 140 hasta 170 participantes, cuando antes eran 20 o 30”, recuerda.
Permaneció 14 años en el cargo. “Duré tanto porque, uno, había buenos resultados, y dos, nadie más quería entrarle”, bromea.
A su salida en 2022, dejó un legado de infraestructura renovada, entrenadores de primer nivel y un club lleno de vida.
Escuela de vida
Antonio aún cosecha victorias. Recién quedó campeón de Dobles Categoría A en la etapa del Deportivo San Agustín del Grand Slam Monterrey, junto con su compañero José Luis Méndez, de 34 años.
“Me apasiona. En dobles, la comunicación con el compañero lo es todo. Saber cubrir huecos, coordinar el saque y la volea, hacer estrategias en conjunto. Es totalmente distinto al singles”, dice.
Su experiencia lo ha convertido en guía natural para las generaciones más jóvenes y gran impulsor del deporte. Fue Presidente de la Asociación de Tenis de Nuevo León del 2021 al 2025.
“Entregué la asociación con números muy buenos. Hicimos una gran labor con los torneos, tanto de adultos como de niños, a pesar de ciertos problemas con la Federación Mexicana de Tenis”, cuenta.
Hoy es consejero del Grand Slam Monterrey y sigue muy involucrado en la comunidad tenística. “Hay una hermandad increíble entre los jugadores. Aun entre rivales, nos llevamos muy bien. Todos nos conocemos y hay mucho respeto”, asegura.
Saber ganar y perder
A lo largo de tantos partidos, también ha tenido que lidiar con derrotas. “Lo más importante es llevarte un aprendizaje. Ver qué hizo bien el contrincante, qué hiciste mal tú y qué harías diferente si vuelves a jugar contra él. A veces el rival simplemente es mejor”, señala.
Admira a Roger Federer y no solo por su estilo impecable. “Lo que más le respeto es que siempre es un buen perdedor. Eso dice mucho de una persona. Cualquiera puede ser buen ganador, pero perder con clase es otra cosa. Yo mismo, aunque me ganen 6-0, nunca me retiro de un partido. Hay que dar la cara”, dice.
Finalmente, recuerda que el tenis también le ha enseñado a elegir bien a sus compañeros.
“Busco gente que juegue bien la red, con buen saque, pero sobre todo, con buena actitud. En dobles, lo peor que puedes hacer es culpar al otro. Hay que mantener el espíritu en alto. Un ‘no pasa nada, vamos por el siguiente’ vale oro”, comenta.
Cuando se le pregunta qué le ha dado este deporte, responde sin dudar que salud, tanto física como mental, así como la satisfacción de seguir siendo competitivo. Todo un ejemplo para el gremio, porque son pocos los campeones de su generación.
Antonio dice que en el tenis, leer al rival, adaptar la estrategia y mantener la mente firme marcan la diferencia. No duda al reconocer que lo aprendido en la cancha le ha servido en los mercados, donde abundan los retos y viceversa.
Y sí, en ambos mundos, el verdadero triunfo está en no rendirse nunca.