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agosto 26, 2025

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César Tiberio Jiménez: piloto, rock lover y empresario al que nadie frena

A los 15 años, César Tiberio Jiménez se subió por primera vez a un vehículo de competencia; 40 años después, aún se mide —y gana— en las pistas, pero también acelera a fondo en otros ámbitos. Decidido, energético y competitivo, es un piloto, rock lover y empresario al que nada ni nadie frena.

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César Tiberio Jiménez

César Tiberio Jiménez es uno de los pilotos más experimentados, competitivos y versátiles de México. En cuatro décadas, ha participado en más de 600 carreras locales, nacionales e internacionales, en pistas de Sudamérica, Europa y Estados Unidos.

Ha destacado en categorías como Fórmula Opel Lotus, Fórmula 3 Internacional, Indy Lights, NASCAR México, Super Copa Telcel, Gran Turismo y Tractocamiones Freightliner. Además, ha sido piloto de pruebas en el desarrollo de chasis y motores.

A sus 56 años recién cumplidos, está más activo que nunca, con su agenda a full de competencias todo el año. Cuando sube al podio, no pocas veces lo hace junto a colegas que, por la edad, podrían ser sus hijos. 

“El ‘INSEN’ con los chavitos, así me dicen ‘de desmadre’ los pilotos. Y me da gusto, porque sigo competitivo, dándole guerra a las nuevas generaciones”, comenta César, quien destaca por su locuacidad sin filtros. 

César Tiberio Jiménez Maldonado

Su enfoque pragmático también lo lleva a mantener una estricta disciplina física y mental. El mínimo error puede costarte la carrera —o la vida—, así que no hay opción.

“Si no te tomas esto en serio, no llegas a lo grande”, asegura.

César Tiberio Jiménez: sangre de campeón

Don Filiberto, padre de César, tuvo una vida de película: fascinado por los autos desde niño y fan de Enzo Ferrari, empezó vendiendo fruta en un carretón, lo convirtió en bicicleta motorizada y finalmente adquirió una camioneta Ford A, que utilizó como su primer vehículo de competencia.

 Con ese mismo impulso fundó Herrerías Jiménez, su primer taller formal, y poco a poco emprendió con carros, gasolineras y llantas, como parte de su visión empresarial ligada al automovilismo.

En los años 60, don Filiberto no solo corría, sino que se consolidó como promotor. Organizó carreras en zonas como las Mitras, tanto oficiales como clandestinas. Su audacia y organización amplió la base del deporte motor en la región.

César Tiberio prácticamente nació en el Autódromo Monterrey

Tras un accidente de moto, Filiberto dejó de competir y se dedicó de lleno a impulsar el automovilismo. Fundó una sociedad civil para construir el Autódromo Monterrey, con una visión clara: “que los jóvenes gasten su adrenalina en un lugar seguro, donde no afecten a nadie”.

César, el menor de sus cuatro hijos, prácticamente nació dentro del autódromo. Desde pequeño, él y sus hermanos participaron en el funcionamiento del recinto. Vender sodas en vaso, servir en la taquilla o barrer las gradas eran parte del día a día. 

“Para nosotros era normal. Todos hacíamos algo. Mi papá era muy aventado, pero siempre con una visión clara”, recuerda.

En los años 70, 80 y buena parte de los 90, el autódromo era uno de los principales espacios de entretenimiento en la Ciudad, con eventos que llegaban a reunir a 8 mil o 10 mil personas. 

“No había tantos cines ni centros comerciales. Ir al autódromo era parte de la vida en Monterrey. Ahora los jóvenes ni saben que existe”, lamenta César, consciente de los cambios en el consumo deportivo.

Aún continúa liderando múltiples actividades dentro del inmueble: desde el Campeonato Nacional de Arrancones —con 55 años de historia— hasta certámenes de go karts, off road y pruebas privadas de armadoras como Ford, Nissan o Chevrolet. 

“Somos el autódromo con más actividad en México”, afirma con orgullo.

César Tiberio: así llegó a los pits

De niño, César amaba el futbol americano. Tanto que a los 13 años estaba listo para continuar la secundaria en Texas y avanzar en la práctica de este deporte. Pero una fractura de cráneo, tras accidentarse en moto, frustró el plan. 

“Una noche, mi papá me dice: ‘Mañana vente al autódromo, llévate tu casco y tu chaqueta porque hay carreras de go karts. Saqué el papelito para salir en primer lugar, arranqué y me subí a las llantas”, cuenta entre risas.

Cuando César le confirmó su deseo de continuar en las pistas, el padre le cedió un pequeño espacio para montar su taller, pero le advirtió que él debería hacerse responsable de sus gastos, comenzando por la gasolina. A los pocos meses, ya era campeón en su categoría.

Reconoce, emocionado hasta las lágrimas, que la influencia de su padre fue decisiva. “Mi papá nunca nos obligó a correr ni a mí, ni a mi hermano Gilberto (también piloto). Pero sí nos exigió ser los mejores”, señala César.

Cuenta que en una ocasión, tras establecer un récord nacional de velocidad en la pista, su padre lo recibió con un beso y un abrazo, pero ya cuando se estaba quitando el equipo, le dijo: “Pudiste haberlo hecho mejor”.

“¡Acababan de reconocerme como el piloto más rápido de México! Así era de duro, así era de cabrón”, recuerda.

Esa exigencia sin concesiones forjó el carácter de César, quien no pudo continuar con sus estudios profesionales en Administración porque su carrera deportiva era por demás absorbente. Así que forjó su aprendizaje en el asfalto. 

“Las carreras siempre fueron una profesión, como ir a la escuela. Desde joven aprendimos que había que estudiar, entrenar, leer libros, entender ajustes técnicos. Era una formación completa”, señala.

César Tiberio Jiménez, el empresario

En un deporte donde las décimas de segundo deciden destinos, César ha demostrado que la intuición, la lectura de pista y la mentalidad hacen más que cualquier hoja de datos.

Esa capacidad de análisis inmediato no solo le sirve para correr: la ha llevado a aplicar su visión estratégica también en los negocios.

“Cuando vas a 200 km por hora, no puedes dudar. Tienes que ir viendo lo que va a hacer el de adelante, pero también el que está delante de él: anticipar todo”, describe. 

César comenzó a emprender con éxito desde muy joven. Hoy dirige varias estaciones de servicio, una franquicia de Subway y recientemente abrió una pizzería, pero su principal valor no está en el Excel, sino en la experiencia del cliente y el trato humano.

“Yo no soy el más ordenado con los números, pero sé cómo hacer que funcione un negocio porque pienso como piloto: leo el entorno, tomo decisiones rápidas y mantengo el ritmo. Es importante controlar el tiempo y tener la visión”, dice.

Con una clienta del Subway, que va cada 15 días, tiene el acuerdo de que su consumo no tendrá costo si le “manda” a sus amigas a que coman ahí. 

“El nuevo director de Mobil Gasolinas, encargado de revisar a los franquiciatarios, vino a verme hace unas semanas, porque le hablaron mucho de esta estación. Le enseñé cómo le damos un trato cercano al cliente”, cuenta.

Al final, dice, eso también es competir.

César Tiberio Jiménez, el músico

La oficina de César está tapizada de elementos que evidencian su gusto por el rock. Ahora mismo es el líder, baterista y compositor de T44 Blues Band, grupo con el que ha grabado tres discos.

“Toda mi vida quise ser músico. Mi pasión es la música, mucho más que los carros”, confiesa.

Sus tres hermanos mayores le concedieron, sin querer, una educación musical diversa. Así, despertaba escuchando lo mismo a Queen que a Gloria Gaynor o The Carpenters. 

Iba de niño a la gasolinera de su papá, en Paseo de los Leones, a despachar y obtener propinas, para luego gastar ese dinero en discos. Luego, al ver a una banda local llamada Crazy Lazy, con sus guitarras y batería, supo que quería estar en los escenarios. 

“Me tomé esa convicción de ser rockero. Me escapaba para ir a ver a Sombrero Verde… coleccionaba revistas, sabía los lados A y B de todos los discos. Estaba enfermo de rock”, dice.

César Tiberio es un amante del rock

Sin embargo, su padre no compartía ese entusiasmo. “Mi papá siempre me dijo: ‘No te voy a apoyar en nada que tenga que ver con entretener borrachos’. Así me lo decía, crudo”. 

Pero cuando César ganó su primer campeonato en barquetas y Goodyear quiso premiarlo, lo único que pidió fue una batería. “Yo me la gané. Fui por una enorme, con seis tambores, y después mi papá se convirtió en un admirador”, señala.

Con el tiempo, César fue parte de un grupo que tocaba con músicos de la vieja guardia. Su conocimiento enciclopédico del rock sorprendía incluso a los veteranos. “Me preguntaban cómo sabía tanto… ‘Es que leo todo’. Sabía más de rock que muchos músicos”, señala.

T44 Blues Band ha abierto conciertos para El Tri, Electric Light Orchestra y Saxon, además de presentarse en festivales de blues por todo México. 

Y aunque el tiempo no siempre alcanza, la música sigue siendo una parte vital de su vida: “Escucho una guitarra con un acorde de rock y me conectas en tres segundos”, señala.

Casi al mismo tiempo en que comenzó su carrera como piloto se estrenó como locutor y comentarista deportivo en Stereo 7, desaparecida estación de radio, labor que aún ejerce y disfruta.  

¿Cuándo frenar?

César se ha propuesto dejar de correr cuando cumpla 44 años como piloto, en honor al número con el que ha competido toda su vida. Mientras tanto, disfruta de lo mejor que le han dado las carreras: más que los trofeos, la amistad de sus colegas.

“Somos gente irreverente, arriesgamos la vida en cada carrera, por hacer lo que nos apasiona, nos paguen o no nos paguen. Cualquiera juega futbol, pocos corremos carros”, asegura.

Con la experiencia de quien ha vivido múltiples vidas en una sola, sabe que no siempre se trata de ir más rápido, sino de saber a dónde quieres llegar. Ya llegará el momento del retiro.

“También quiero descansar, andar en moto, quedarme en casa viendo la tele”, dice.

Y cuando llegue el momento de bajarse del auto, seguramente lo hará con la misma autenticidad con la que ha vivido cada curva de su carrera: sin hacer caso a los números, pero viendo siempre hacia adelante.

La velocidad como vocación 

César no solo ha sido un piloto destacado en las pistas mexicanas, sino también un formador incansable y una figura clave en el desarrollo del automovilismo nacional. 

A lo largo de más de tres décadas, ha formado generaciones de pilotos, impulsado seriales de competencia y consolidado una comunidad automovilística que lo reconoce como líder, mentor y, para muchos, como familia.

Para su sobrino, el también piloto Paco Gómez, César representa una figura única: “Tiene una pasión y determinación que se nota en todo lo que hace, no solo en el automovilismo”, dice. 

Paco, quien comenzó a correr a los tres años y medio, reconoce que gran parte de su formación profesional y personal se debe a la guía de su tío. “Me ha enseñado a pensar en la pista, a saber cuándo frenar, a correr con inteligencia. No te da una frase mágica, pero su ejemplo es constante”, comenta.

Carlos Torres, piloto y amigo cercano desde hace más de 30 años, destaca una faceta menos visible pero profundamente significativa: la del promotor. Como formador, ha impulsado el desarrollo de nuevos talentos a través de escuelas de manejo profesional y clubes como la Tiberio Racing School, además de fungir como promotor de distintas series automovilísticas en México.

“Ha sido generoso en compartir su pasión con los demás. Gracias a él surgieron seriales de kartismo, bochos, el club de Porsche… iniciativas que permitieron a muchos correr formalmente cuando antes ni lo soñaban”, dice. 

Torres también habla de un César intenso, lleno de energía, que lo mismo organiza eventos deportivos que actividades sociales o de ayuda comunitaria.

Esa energía lo ha llevado a involucrarse en causas sociales, como el apoyo a asociaciones de niños en situación de calle o con discapacidad. “Una vez subimos a un niño con parálisis cerebral a un auto de carreras, porque era su sueño. Fue César quien lo hizo posible”,  recuerda Torres conmovido. 

Para él, esa sensibilidad y voluntad de compartir lo hacen más que un piloto: lo definen como un ser humano comprometido.

Hernán Morales, preparador automotriz y colaborador cercano durante más de 20 años, habla de César como de un hermano mayor. “Es mi maestro en las carreras y en los negocios. Siempre me ha dicho que sea honesto, que invierta en mercadotecnia, que valore a los clientes como personas”, señala. 

En pista, dice, es estricto: exige resultados, corrige errores, regaña cuando es necesario. “Les dice burros cuando la riegan”, bromea, pero aclara que su estilo ha hecho mejorar a muchos.

Hoy, el legado de César Tiberio Jiménez no solo se mide en podios y campeonatos, sino en las vidas que ha tocado, dentro y fuera del autódromo. Pilotos como Daniel Suárez, hoy en la NASCAR, iniciaron bajo su ala. 

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