Cuando Mónica Castellanos cursaba la preparatoria, una maestra encargó un trabajo escrito con tema libre. Ella, auténtica devoradora de libros, entregó una novelita corta. Este trabajo se quedó en la biblioteca escolar, guardado como su inquietud por las letras.
Porque en su casa tenía dos opciones: estudiar diseño de interiores o inglés, no más. Para cumplir, Mónica escogió la primera opción, mas nunca ejerció. Luego se casó y tuvo seis hijos, a quienes atendió mientras trabajaba en el sector educativo y en un negocio propio.
Fue en el 2000 cuando, inspirada en su grupo de amigas de la adolescencia, comenzó a escribir la novela “Canasta de comadres”. 12 años más tarde, al poco tiempo de cumplir los 50 años, reunió a su esposo y sus hijos, el menor ya con 16 años, para compartirles que se dedicaría profesionalmente a escribir.
Casi a punto de terminar esta primera obra, en agosto del 2013, Mónica comenzó una lucha contra el cáncer de mama, que pudo superar, para ver finalmente publicado su libro en el 2015, bajo un sello independiente.
“El cirujano que me atendió, todo el tiempo me decía que quería leer esa obra. Él y su equipo fueron una pieza clave para que yo volviera a abrir la computadora y la terminara”, cuenta.
En agradecimiento a esa empatía surgió el personaje del Doctor Chapman en “El aroma de los anhelos”, una historia de amor que se desarrolla en el Porfiriato, misma que comenzó a escribir tras su recuperación. La envió a todas las editoriales transnacionales, sin respuesta.
“Traía todo en contra: era de provincia, era mujer y además, mayor”, dice con franqueza.
Todo era cuestión de esperar, porque hoy Mónica se ha ganado un lugar en el mundo editorial, con historias que rescatan las voces del pasado y la justicia social.
Mónica Castellanos y su aguda intuición
Mónica posee una capacidad peculiar, casi instintiva, para detectar cuándo una historia la reclama. “Yo creo que tengo esta sensibilidad que está todo el tiempo atenta a ver dónde está esa historia que me va a enganchar, esa historia que me va a quitar el sueño y no me va a dejar dormir”, confiesa.
Cada una de sus novelas ha surgido así: como respuesta a un llamado insistente que se niega a desaparecer. Esa urgencia narrativa la ha acompañado incluso cuando su foco estaba en otra investigación.
“Por algo, por algo, ¿verdad? Eventos posteriores justifican que esta novela se escriba ahorita y no entonces”, dice sobre cómo el tiempo también decide por ella.
Por ejemplo, la idea de “Aquellas horas que nos robaron” surgió mientras investigaba un tema sobre la Segunda Guerra Mundial, cuenta.
“Me encontré con una noticia que hablaba de un homenaje en Austria a Gilberto Bosques, un cónsul mexicano que salvó miles de vidas. Me sorprendió no saber nada de él y me pregunté: ‘¿Quién es este mexicano y por qué nunca había oído hablar de él?’”, se cuestionó.
Ese hallazgo fue suficiente para detonar la escritura de la novela, que terminó convertida en una obra sobre memoria y resistencia. “Cuando terminé el manuscrito, me dije que no me pasaría lo mismo que con ‘El aroma de los anhelos’, que estuvo años guardado en un cajón”.
Decidida a mover su obra, se inscribió en el área profesional de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. “Quería presentarme directamente con las editoriales y encontrar a alguien que leyera mi manuscrito. Tenía mucha confianza en esa novela”, comparte.
Al recibir el directorio de contactos, vio el nombre de la agencia literaria VF. “Llamé sin conocer a nadie. Me contestó Verónica Flores, que ahora es mi agente, y me dijo que solo representaba autores por invitación. Yo insistí: ‘Por favor, sólo lee los primeros capítulos, te prometo que vale la pena’”. Verónica accedió, leyó, le gustó y se encontraron en Guadalajara.
“Firmamos contrato de inmediato y ella colocó la novela en Grijalbo, en el 2018. Luego, cuando en la editorial leyeron ‘El aroma de los anhelos’, también decidieron publicarla. Salió en 2021, justo en plena pandemia”, señala.
Luego llegó “Carbón Rojo”, cuya semilla se plantó en medio de una conversación con una prima, quien le compartió recuerdos de sus ancestros que la autora desconocía. Resulta que su familia, antes de la Revolución Mexicana, poseía tierras en la zona carbonífera de Coahuila.
Lo anecdótico recaía en que en esos terrenos se encontraba la mina 8 de la Unidad Pasta de Conchos, que explotó el 19 de febrero del 2006 y provocó la muerte de 65 mineros.
“En ese momento supe: aquí hay una historia”, menciona. La construcción del relato no fue sencilla, ya que ofrecía múltiples caminos narrativos, pero finalmente optó por abordarlo desde una perspectiva novelada y vio la luz a finales del 2023.
La pluma solidaria de Mónica Castellanos
El proceso creativo de Mónica es riguroso. “Trabajo con un horario como de oficina, me exijo a mí misma el decir: ‘Te tienes que sentar a escribir’”, comenta.
La música la acompaña: crea listas según el tono emocional de cada parte. “No es lo mismo poner el Réquiem de Mozart cuando estás haciendo una parte así, que necesita mucha angustia, a poner la música de ‘Orgullo y Prejuicio’ cuando estoy escribiendo una parte mucho más sentimental”.
Aunque disfruta compartir con lectores, su pasión está en la creación. Aun así, reconoce el valor de los clubes de lectura: “Es una retroalimentación viva. A veces te preguntan: ‘¿Por qué se murió tal personaje?’ Y yo también lo quería mucho, pero ese personaje debía morir”, advierte.
Paralelamente a su quehacer, Mónica se alió con colegas y cofundó 42 Líneas, una editorial que busca acompañar a nuevas voces. “Decíamos: ¿cómo facilitarle a las que vienen después? Bueno, pues hay que abrir una editorial donde podamos irlos preparando desde el proceso de creación”. Allí se ofrece formación, corrección, conexión con editoriales.
“Buscamos ser un trampolín para esos escritores que tienen el talento”, comenta.
Años después de iniciar su carrera como escritora, Mónica decidió estudiar la carrera de Lengua y Literatura Hispánica. “Estoy a la mitad de la carrera. Si esto es lo que he logrado sin saber, agárrense”, comenta con una sonrisa.
Sobre el camino de escribir, recuerda un consejo que hoy repite: “Escribir es una carrera de paciencia. Hay que tener paciencia con uno mismo. Si aquí se cierra una puerta, acá se va a abrir otra”. Y añade: “Si alguien quiere escribir, que no suelte la pluma”.