A los siete años, Carmen del Rosario Cobas Salas cambió los juguetes por un violín. Hoy, con 26 años, esta joven originaria de Holguín, Cuba, ha convertido su pasión por la música en un puente que conecta culturas, emociones y generaciones.
Desde hace cuatro años radica en México, donde continúa compartiendo su talento como intérprete y maestra, reafirmando que la música es un lenguaje universal que trasciende fronteras.
“Crecí en un ambiente musical. Desde muy pequeña supe que algún día mi vida estaría relacionada con el arte”, recuerda Carmen.
Su formación comenzó en la Escuela Vocacional de Arte de Holguín con el apoyo incondicional de sus abuelos. Más tarde ingresó al Conservatorio José María Ochoa y, posteriormente, al Instituto Superior de Arte de La Habana. Su trayectoria se ha forjado con esfuerzo, entrega y una profunda vocación por el arte.
Una violinista de mundos diversos
Carmen ha formado parte de instituciones como el Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, la Sinfónica Nacional de Cuba y la Camerata Romeu. Actualmente es violinista de la Filarmónica del Desierto en México, bajo la dirección del maestro Natanael Espinoza, y maestra en el Instituto EMB, al que define como “una gran familia”.
Ha compartido escenario con artistas como Andrea Bocelli, Plácido Domingo, Michael Bublé, Café Tacvba y Hombres G, participando en festivales como el Cervantino, el de Santa Lucía y el Duck Fest.
“Cada género me ha aportado experiencias inolvidables en mi carrera, y sobre todo, compañeros increíbles”, expresa.
Sin embargo, fue el jazz lo que la marcó profundamente: “Descubrí que la música no solo se trataba de interpretar obras ya compuestas, sino también de crear”.
Retos, inspiración y legado para Carmen Cobas
De todos los retos, Carmen destaca tres que la han forjado: su interpretación del Concierto para violín y orquesta n.º 5 de Mozart como solista, su selección como principal de segundos violines en la Orquesta de las Américas, y su labor como docente. “Para superar estos desafíos, creo que hay tres requisitos fundamentales: disciplina, amor y constancia”.
Entre las obras que la representan, elige Claro de luna de Claude Debussy. “Me representa porque logra conectar lo sensorial con lo emocional, algo que siempre intento transmitir en cada interpretación”, comenta.
Su proceso creativo inicia con estudio profundo: análisis del compositor, del contexto histórico, práctica técnica y escucha de distintas versiones. “Siempre hay elementos positivos con los cuales conecto y que me sirven como guía”.
Un escenario, una entrega
Antes de cada presentación, Carmen se encomienda a algo más grande: “Mi pensamiento es: que Dios me permita regalarles y retribuirles tanto amor mediante mi música”.
Aunque al principio hay nervios, el cariño de su esposo, su familia y amigos la impulsa. “Siempre salgo dispuesta a dar lo mejor de mí, por la música, que lo merece todo”.
A quienes inician: creer es el primer paso
“Jamás hay que dudar de uno mismo, porque todos somos capaces de crear nuestro propio significado de la palabra música”, aconseja a quienes están empezando. Para ella, la clave está en escuchar buena música, ser constantes, disciplinados, y valorar a los maestros.
Desde Cuba hasta México, Carmen del Rosario Cobas Salas no solo interpreta melodías: crea puentes de emoción entre culturas, generaciones y corazones.
Su historia es prueba de que cuando se toca desde el alma, la música deja de ser un sonido y se convierte en una forma de vivir.