A veces se alinean las cosas: el clima, la música, el vino. Así fue el primer Festival de Jazz de Casa Náufrago. Aunque el cielo amenazaba con lluvia, la tarde se mantuvo en calma, lo que permitió disfrutar el paisaje con nubes densas y una luz dorada que hizo todavía más especial la experiencia.
Desde la llegada, los asistentes recorrieron el viñedo, un paseo breve pero muy simbólico: caminar entre vides antes de dejarse llevar por el ritmo y el sabor.
Casa Náufrago, un proyecto familiar que busca crear vino de alta calidad desde el Valle de Parras, organizó por primera vez un evento así. Y aunque hubo algunos detalles por afinar, la experiencia fue cálida, divertida y muy bien recibida.
La música fue el hilo conductor. Paté de Fuá llenó de ritmo y carisma el ambiente, luego San Juan Project puso toda la energía y Paco de María cerró con su estilo clásico y elegante. Entre canción y canción, la comida corrió por cuenta de Lulú Cocina y Vino: un menú sabroso, bien pensado para acompañar la noche.
Lo que hizo especial al festival fue el ambiente, relajado y generoso. Todo en una sensación de estar entre amigos, como si todos estuviéramos compartiendo un secreto bien guardado. Una comunidad temporal que se formó en medio del desierto, con buen vino en mano y música en el fondo.
Mi vino favorito de la noche fue el Cabernet Sauvignon: equilibrado, fácil de disfrutar, ideal para compartir. Esta no fue una vendimia, pero sí una forma diferente y auténtica de vivir el vino. Casa Náufrago dejó claro que tiene alma, y que apenas está comenzando.
Ojalá sea el primero de muchos encuentros así.
