“¿Qué es lo que busca cualquier ser humano?”, reflexiona Miguel Wong Sánchez Ibarra. La respuesta inmediata que viene, sorprende por su sencillez y profundidad.
“Ser recordado como una buena persona”, dice. Por igual, en su plano de empresario que en el de esposo, hijo, padre, ciudadano y un férreo impulsor de las instituciones que garantizan el sustento y el futuro de cualquier sociedad, como La Laguna.
Entendiendo a Miguel Wong Sánchez Ibarra
Miguel Wong Sánchez Ibarra nació un 10 de diciembre de 1952 en la Ciudad de Torreón, Coahuila. Su padre fue Miguel Wong Sánchez García, un banquero de profesión y pasión; mientras que su madre fue María Teresa Ibarra Silva.
Aunque pequeño, su núcleo familiar fue sólido y conformado por él y por su hermana María Teresa, quien partió hace algunos años.
Escuchar la historia de Miguel, desde sus inicios hasta la actualidad, podría remitir a un perfil empresarial. Sin embargo, adentrarse en los detalles que con júbilo él expone, lo conjugan con una formación profesional, un arraigo regional y una capacidad inigualable para adaptarse a cualquier entorno.
Los primeros años de vida de Miguel transcurrieron en Torreón. Con nostalgia, recuerda que inició su educación en el Colegio Torreón Jardín y posteriormente en la escuela Carlos Pereyra.
No obstante, su infancia dio un giro cuando su padre fue transferido a Matamoros, Tamaulipas, por cuestiones laborales relacionadas con una fusión bancaria. Ahí, cursó cuatro años de estudios en una escuela dirigida por los Hermanos Lasallistas.
“Viví muy feliz por allá, en una Ciudad que si bien en aquel tiempo no ofrecía mucho, me dio muchas épocas de infancia muy agradables”, rememora.
Al regresar a Torreón, el cambio de plan de estudios lo llevó al Colegio Francés de La Laguna, donde cursó hasta la preparatoria. Aunque inicialmente no conocía a nadie, pronto se integró.
“Ahí hice una gran cantidad de amigos que hasta el día de hoy sigo viendo, siempre con un gran afecto, con un gran cariño”, afirma. Pero, más allá de la educación y la socialización, esta etapa dejó en él una identidad educativa muy clara: “A mucha honra, lasallista de corazón”.
Tras concluir su preparatoria, sus padres lo enviaron a Estados Unidos para aprender inglés, idioma que no se enseñaba de manera intensiva en las escuelas locales. Así llegó a Wisconsin, a un internado jesuita.
Finalmente, en 1971, Miguel ingresó al Tecnológico de Monterrey, en Monterrey, para estudiar la carrera de Administración de Empresas y, posteriormente, una maestría en la misma institución, a la cual continúa vinculado como consejero y con grandes aportes.
Un cambio repentino
Sin embargo, mientras trabajaba y cursaba su posgrado, su vida personal cambió repentinamente con la muerte de su padre, hecho que marcaría su regreso a Torreón en 1978, tras una etapa laboral en Monterrey en el despacho Gossler, Navarro, Ceniceros y Compañía, donde se formó en asesoría administrativa y financiera para grandes corporativos.
“A don Gabriel Ceniceros le debo mi primera oportunidad laboral; tuve grandes maestros como Francisco Toussaint. Fue una escuela extraordinaria”, señala.
Y ya en Torreón, comenzó a trabajar en el grupo de empresas encabezado por Don Salvador Jalife, donde se abrió la oportunidad que marcaría el rumbo de su carrera empresarial: la gerencia de Industrializadora de Mármol, S.A., ubicada en Gómez Palacio.
“Ahí aprendí el negocio de la piedra, del procesamiento de la piedra natural, la parte de comercialización, etcétera”, resume.
La piel de hombre de negocios de Miguel Wong Sánchez Ibarra
En su piel de hombre de negocios, el camino de Miguel Wong Sánchez Ibarra ha estado marcado por su inagotable capacidad de adaptación, así como por su interés innato en el conocimiento técnico profundo y su apuesta constante por la innovación en la industria de la piedra natural y sus derivados.
Luego de los años de experiencia que acumuló en el sector del mármol, Miguel decidió independizarse y continuar por cuenta propia en un terreno que ya conocía bien.
Su primera empresa fue Marmoblocks de México, dedicada a la fabricación de losetas y láminas de mármol. Más adelante fundó Marmoindustrias de México, una compañía que tuvo un papel pionero en la exportación de mármol a Estados Unidos.
Gracias a ello, en una época en la que la industria apenas se abría al exterior, logró obtener el reconocimiento Altex de la entonces Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi), lo que certificaba a su empresa como altamente exportadora.
Para complementar su operación y ante la falta de proveedores locales, Miguel incursionó también en la fabricación de discos diamantados para corte de piedra, fundando WS Diam S.A. de C.V., especializada en herramienta diamantada para mármol, cerámica y concreto.
Y, paralelamente, representó en México a la firma italiana Breton, líder mundial en maquinaria para procesamiento de piedra.
El trayecto cruzado
Durante este trayecto, conoció a Verónica, su esposa y madre de sus hijos Miguel y Verónica, y también vivió el auge del travertino, una piedra muy demandada en la arquitectura residencial tipo mediterránea, lo que detonó un periodo de expansión para sus negocios.
Sin embargo, al cambiar las tendencias arquitectónicas, el mercado del travertino colapsó. Y aunque varias empresas decidieron cerrar, él optó por renovarse, dejando de producir mármol tradicional y enfocándose en procesar piedra artificial en base a cuarzo, una solución con control de color y acabados, ideal para responder a las nuevas exigencias del mercado.
Este giro lo opera desde la misma razón social de WS Diamand Tools, bajo la marca comercial Dimensional Quartz, con la que exporta actualmente cubiertas de cocina y baño a Estados Unidos, particularmente para proyectos de hotelería y desarrollos multifamiliares.
La faceta institucionalizadora de Miguel Wong Sánchez Ibarra
Con espacios que invitan a un despertar de conciencia y sentidos, en la biblioteca en que Miguel narra su historia, se mezclan toques de arte y literatura con recuerdos familiares.
En una característica similar, en su trayectoria se entrelazan empresas, comunidad y visión ciudadana.
Y es que Miguel Wong Sánchez Ibarra ha dedicado buena parte de su vida a institucionalizar esfuerzos colectivos con una meta clara: construir una Comarca Lagunera más equitativa, funcional y con futuro.
Todo comenzó en 1988, cuando fue invitado a participar en el consejo de Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra) Torreón por José Antonio Murra. De ahí, su ascenso fue rápido, pues para 1990 ya era Presidente de la delegación, donde impulsó la primera Expoindustrial Canacintra y formó parte del grupo que negoció la creación del fideicomiso del Impuesto Sobre Nómina (ISN).
Desde entonces, Miguel comprendió que “no bastaba con participar”; había que dejar estructuras. Así nació su convicción institucionalizadora de asegurar que las buenas ideas sobrevivieran más allá de los periodos y las personas, pensamiento que lo llevó a fundar, junto con otros empresarios, el Centro de Servicio Social Canacintra A.C., que administra dos guarderías participativas que hoy atienden a cerca de 500 niños, incluidas niñas y niños con discapacidad.
Esa misma vocación se repite en su involucramiento en Fomento Económico de la Laguna (Fomec), donde fue parte del primer consejo desde su creación en 1994, buscando articular los esfuerzos del Gobierno estatal, municipal y la iniciativa privada para el desarrollo económico regional.
Junto a ello, la educación ha sido otro eje fundamental en su visión. Desde hace más de 30 años, forma parte del consejo del Tecnológico de Monterrey, Campus Laguna, y fue parte del grupo que promovió la creación de la Universidad TecMilenio.
La huella que ha dejado
Además, junto con un grupo de empresarios, fundó Eduser A.C., un proyecto inspirado en el modelo de las escuelas KIPP de Estados Unidos, que ofrece educación de excelencia a niños de escasos recursos.
“Queríamos demostrar que una educación de calidad no es una utopía para los niños sin recursos, sino una posibilidad real”, sostiene.
Miguel también participó en la creación de una escuela Montessori para niños de ejidos como La Paz y La Libertad, posteriormente transferida a Cáritas para asegurar su continuidad.
Y su trabajo en materia de seguridad y justicia cívica ha sido igualmente significativo, pues fue fundador y primer Presidente del Consejo Cívico de las Instituciones (CCI); y promovió el Observatorio de La Laguna, que amplió el monitoreo a indicadores de educación, medio ambiente, economía y estado de derecho.
También fue parte del grupo inicial de la Mesa de Seguridad y Justicia y del primer Observatorio Ciudadano del Tribunal Superior de Justicia en Coahuila, iniciativa inédita en el País.
Asimismo, desde la Asociación Cívica de La Laguna, Miguel impulsó seminarios de liderazgo ciudadano y juvenil. “Hoy ya hay más de 4 mil ciudadanos egresados”, dice, convencido del poder transformador que esto tiene.
El legado de Miguel Wong Sánchez Ibarra
Hoy, Miguel se ha retirado de muchos de estos consejos, pero asegura que lo hace con satisfacción y tranquilidad, celebrando “que ya tenemos la estructura básica, la institución que le da solidez al trabajo permanente y continuo”.
En ese sentido, cuando se le pregunta cómo despertar una conciencia similar a la suya en otros, responde con claridad: “Lo que hace falta es conciencia de que todos necesitamos un lugar digno para vivir y que si queremos un lugar extraordinario, tenemos que comprometernos a cambiar lo que no nos gusta y mejorar lo que sí”.
La fórmula, dice, es sencilla pero poderosa, y está compuesta por educación, formación ciudadana y liderazgo colectivo.
Finalmente, al hablar de su legado, Miguel Wong Sánchez Ibarra refleja a un hombre que no busca homenajes ni estatuas, sino que busca con sencillez y profundidad que su nombre quede vinculado a una comunidad más sólida.
“Si al final de mi vida, alguien me recuerda como una persona que trató de dejar mejores condiciones para los demás, y como un buen ser humano, con eso me doy por bien servido”, dice.